Carta desde la tierra del Gran Sueño, Textos Arte 2021

 

“[…]

There is no way out of the spiritual battle

the war is the war against the imagination

you can’t sign up as a conscientious objector

the war of the worlds hangs here, right now, in the balance

it is a war for this world, to keep it

a vale of soul-making

the taste in all our mouths is the taste of power

and it is bitter as death […]”

 

fragmento del poema “Rant” (1985), Diane di Prima




Soñé con un camino como una flecha

Una trayectoria certera

Un ojo experto y una mano obediente

Pero no era flecha, era serpiente

Y la serpiente se mordía la cola

Que al final viene a decir

Que disparar la flecha es dispararse a sí misma



Carta desde la tierra del Gran Sueño

 

Me vine a vivir a estos territorios en busca de una promesa, quería participar de un sueño del que me habían contado y aprender a escribir porque me dijeron que así es como permanecen las historias. En ese entonces no se me ocurrió que las historias más valiosas no son las que están en piedra sino las que son contadas y revividas siempre iguales pero distintas al mismo tiempo. Quería formar parte de un mundo luminoso y cálido donde decían que vive la gente con la cabeza despierta y los ojos en el futuro, y vete tú a dar cuenta que están todos más bien locos y que ese futuro que sueñan es el mismo presente que se repite en un círculo infinito como una serpiente que se muerde la cola. Escribo esta carta desde aquí, dos años más tarde, para relatar una anécdota que pueda dar cuenta de esta extraña historia.

 

***

 

Corre el rumor de que allá al otro lado, se ha desatado una fuerza oscura y extraña que va cobrando vidas a su paso. Los habitantes de este lado, excitados y sabihondos, encuentran mil y una explicaciones a este fenómeno. Allá al otro lado, dicen, no se respetan las reglas mínimas de decencia. Allá al otro lado, dicen, la gente ha cruzado un invisible límite natural. Bien merecido, qué más se puede esperar, miren cómo viven, qué horror.  Por suerte, de este lado, la vida sigue funcionando. Nada de qué preocuparse, aquí la gente sabe y está acostumbrada a que las historias tristes sólo le pasan a los otros. No sé por qué hacen tanto escándalo, ya sabemos que estas noticias terminan en el diario de ayer muy fácilmente. Algunos exagerados empiezan a advertir que podríamos correr la misma suerte. ¡Conspiracionistas, lo que quieren es infundirnos miedo y establecer un régimen dictador! Aquí todo siempre está bajo control.

 

Pero cada vez se escuchan nuevos relatos: esa enfermedad extranjera quiere penetrar en nuestro mundo. ¡Cierren las fronteras! ¡Aquí no entra el enemigo! Poco a poco, incluso aquellos que predicaban en contra de las divisiones empiezan a pensar que quizás, por un momento tan solo, no estaría tan mal bloquear el acceso a esta isla. El gobierno, al comienzo reacio a regresar a aquellos tiempos de separación territorial, ¡aquí mantenemos fronteras abiertas por cuestión de principios!, los muy cara de palo, van cambiando el discurso hacia el sálvese quien pueda, aquí no hay espacio.  Pronto, se cierra con candado el acceso pero adentro continúa la preocupación ¿van a seguir sirviendo cervezas en el bar de la esquina?

 

Y a pesar de que aquí todos abogan porque siga la vida como de costumbre, no se preocupen, es sólo un ratito, algunos inconvenientes se hacen notar muy pronto. ¿Dónde quedaron los muchachos extranjeros que cosechaban nuestras tierras? No ha venido nadie y los espárragos se desperdician clavados en la arena bajo el sol. Los políticos nos recuerdan en los medios que pensemos en las madres por su ardua labor en estos tiempos, pero ellas desesperadas, no parecen beneficiarse de estos considerados saludos televisados y poco a poco, trabajan más y duermen menos.

 

Algunos negocios y trabajadores reciben ayuda del estado y mientras recolectan sus bonos se preguntan ¿por qué será que antes no había dinero y a los pobres nunca se le perdonaban los impuestos, y ahora este padre protector, en gestos vestidos de benevolencia y generosidad puede extendernos la mano, impasible y sin problema?

 

Y a pesar de todos los esfuerzos, poco a poco corren los rumores de que esta enfermedad extraña ha empezado a colarse en estos territorios. ¡Pero cómo! ¡Si estamos encerrados!

 

No importa cuántos cerrojos pongan a esta fortaleza, la muerte se cuela por algún lado. ¡Habíamos tenido tanta fe en las líneas rectas! Los expertos alarmados, piden confiar en la ciencia y adoptar sus mandamientos, pero olvidan que la vida fuera del laboratorio discurre a otro ritmo. No entren en pánico, dicen los periódicos, nuestro sistema de salud es estable como una montaña y haciendo balance de números, no pinta tan mal. Lo más importante, dicen, es que no revienten los hospitales. Haciendo balance de números, es necesario no exceder la cantidad de camas hospitalarias. ¡Y no se olviden de la economía! Sólo hay que preocuparse de mantener en marcha el engranaje, aquellos sobre quien descansa nuestro sistema necesitan tranquilidad para trabajar. Lo importante es que no se detengan los motores. Haciendo balance de números, a largo plazo es lo mejor para todos. ¿Pero cómo es que redujeron los impuestos e igual, oh milagro, no se acabó el mundo?

 

Balance de números. Hermanos, amigas, familiares reducidos a unos símbolos en un gran computador.

Balance de números, que muera sólo la cantidad justa y necesaria.

Balance de números, sólo que no se disparen los números en la bolsa.

 

Resulta que el mayor miedo es la disolución de las estructuras que permitían dormir con tranquilidad en las noches. O por lo menos a algunos cuantos.  Para otros, acostumbrados a vivir de la mano de la precariedad, los números tienen nombre y apellido, pero de esas historias aquí no se sabe mucho.

 

Algunos locos se dan la libertad de comentar que quizás esta crisis estructural podría dar pie a pensar en líneas curvas y no rectas, o mejor aún, pensar sin tantas líneas, pero sus voces se ven opacadas por plegarias de restauración del status quo. Ya pasará, esperemos que vuelva la normalidad. Y entonces, los habitantes esperan y esperan. Obedecen y esperan con miras a una normalidad que algún día llegará. También hay aquellos que prefieren pretender que sigue todo como antes, y se hacen los desentendidos. Hagamos como siempre, aquí está todo normal.

 

En ocasiones, ambos bandos hacen las paces y se encuentra un punto medio, no sin gritos de protesta. En un acuerdo se decide hacer como que está casi todo igual que siempre y se adoptan medidas preventivas para que mañana, quizás, lo esté del todo. Este culto a la normalidad (ya sea ahora o para mañana) parece dar frutos y por una temporada, los habitantes de estas tierras viven una calma como aquella previa a la tormenta. Lo que olvidan es que toda cosa rígida es también por ello más frágil. Y así, mientras los días se hacen más cortos y las noches más largas, los minuciosos detalles de este plan se van haciendo añicos contra el mundo que parece no entender nada de reglamentos y cálculos científicos. Pronto, se dictamina que los habitantes cierran puertas y ventanas y se queden en casa a esperar que pase el caos.

 

Aquellos locos que hablaban de las líneas curvas encuentran relación entre estos desastres y los sueños, o la falta de ellos. Cuentan que en otros lados hay aquellos que no diferencian claramente entre sueño y vigilia, que sueñan el mundo de otro modo. Suena extraño dicen, pero quizás con otros sueños se podría haber evitado momentos como este.

 

Los locos no ofrecen una solución urgente y sus delirios parecen ofrecer más promesas que rigurosos planes, más esfuerzo que frutos, por lo cual muchas veces se les ignora por completo. Sin embargo, ya hay en estas tierras aquellos que comparten esta visión de las cosas y a veces, o por lo menos cuando todo iba mejor, el público los escuchaba con divertido interés, aunque sus voces eran opacadas por otras que los tomaban por tontos, orates o ilusos. A veces habían logrado salir en la televisión, y aquellos que miraban con desesperación el devenir de las cosas, escuchaban con un poco más de atención pero entre comerciales y noticias, esos segmentos parecían elucubraciones esotéricas o utopías trabajosas con resultados hipotéticos. Lo que pedían sonaba a tirar todo por la borda y lanzarse a aguas inciertas. Que abran las fronteras, que erradiquen los pasaportes, que se detenga el mecanismo y que desaparezca la policía, ¡locuras! ¿Qué tiene eso que ver con todo esto? ¡Aquí no queremos cuentos inventados, sino soluciones concretas para volver a la normalidad! Sobre todo, el público recibía con desconfianza eso de mezclar sueño y vigilia como si de una masa se tratara. Los locos afirmaban que la raíz de crisis como esta es que los habitantes de estas tierras sueñan todas las noches el mismo sueño. No se habla mucho al respecto, porque igual ya casi nadie recuerda exactamente cómo era antes, pero los que sí dicen que fue con El Sueño que empezó poco a poco la miseria. Dicen que andan todos enfermos porque ya nadie se sienta junto al fuego y comparte otros relatos. Los cuentos se cuelan en los sueños y poco a poco también en la vigilia. A lo mejor entonces el remedio sería escuchar otras historias, dicen. No son momentos para fantasías, aquí la gente se está muriendo.  Pero es que justamente de eso se están muriendo, señores, de soñar todos los días lo mismo. Y ese sueño ha aniquilado a todos los otros. No digan tonterías, nadie se muere de un sueño. No de un sueño, sino de la repetición constante del mismo, que al final es lo mismo que decir de ninguno. Especialmente cuando ese sueño y la vigilia son una sola cosa. Porque resulta que en el sueño, tienen todos mucha sed y toman y toman de una jarra de oro y al final ya no hay agua, entonces se despiertan todos siempre sedientos y por eso en la noche vuelven a soñar con la jarra de oro, ¿se entiende? No se sabe cómo empezó, pero alguien contó un día la historia de una jarra con el agua más fresca del mundo y los habitantes fueron todos poco a poco soñando todos los días con ella, y pues ya ve la miseria en la que vivimos porque la gente se pasa el día esperando desesperadamente estar dormida para calmarse esa sed que les quema la garganta. Y cuando despiertan, va de vuelta a lo mismo. Caen en tanta desesperación que en la vigilia, indistinguible ya del sueño, hacen cosas inexplicables para saciarse esa sed.

 

Pero si la sed que tienen viene de un sueño, ¿no basta darse cuenta de que la sed es inventada y así tal vez soñar con otra cosa? Justamente por eso le decimos, señores, que hay que empezar a contar otros sueños.

 

Entonces, por la desesperación o por un poquito de esperanza, se decide invitar a narradores y soñadores que traigan otros relatos, a ver si así encuentran La Solución contra El Sueño.

 

El problema es que el lenguaje de los sueños es muy distinto al lenguaje de los habitantes de esta tierra. Aunque a veces escuchan las historias, cuando quieren recontarlas su forma de hablar les permite transmitir parte del contenido traducido a su propio lenguaje, pero en ese proceso, se pierde siempre la forma de la historia. A veces, desilusionados ante la falta de transparencia de estos relatos, llaman a expertos y científicos, que los desmenuzan poco a poco y así buscan llegar al fondo de las cosas. Pero así partida en partes la historia no tiene ya ningún sentido, porque el lenguaje de los sueños no va de principio a fin como la lengua que se habla aquí y pronto salen muchos a decir que un sueño que no se puede explicar es sólo fantasía. ¡Pensamos que había simplemente que importar otras historias! De nada sirve cuando traen a sabios narradores que navegan ese estado de sueño y vigilia con frecuencia, porque hace falta traer un traductor y muchas veces el traductor está tan concentrado en explicar que no tiene tiempo de entender. Así es que muchos narradores han aprendido a hablar la lengua local porque se hartaron de que otros traten de recontar sus historias, pero imagínense el cansancio de estar traduciendo todo el tiempo los sueños que se tienen y además tratar de explicar a alguien que nuestro entendimiento de sueño como contrario a vigilia se queda corto para esas narraciones. Mejor sería quizás tratar de escuchar en la lengua original. ¡Pero aunque se la aprenda, se siente como si algo nos eludiera, mostrándose y ocultándose en ese intercambio! Es un cuento de no acabar, eso de tratar de escuchar y no llegar a ninguna certeza: algo permanece opaco, no codificable.  Sí, y es justo ahí donde reside el remedio. ¡No se puede vivir en un limbo todo el tiempo! Pues el limbo es limbo cuando se tienen palabras para sueño y vigilia. ¡No se puede esperar erradicar nuestra lengua! Tienen ustedes razón, aquí nadie pide que se traduzca ninguna lengua a la otra, hemos visto que eso no es del todo posible, y erradicar una de las dos nos llevaría de vuelta al problema del principio: soñarían todos el mismo sueño. Sin embargo, quizás sea posible que coexistan nuestras historias, y que al sentarse junto al fuego, escuche cada quien con atención y sin esperar que se le esclarezca cada detalle de cada historia, pero dispuestos a tejer nuevas una y otra vez al relatarlas y soñarlas. Miren ustedes que en un tejido al final, podemos distinguir los diferentes hilos, pero es sólo con la combinación de todos ellos que se obtiene una manta. Así como se aprende a escribir, ¿por qué no a tejer? Aprender a tejer lleva mucho tiempo, pensamos que bastaba con escuchar una historia. Pues quizás al final es lo mismo, y en todo caso encerrados ahora en casa ¿cuál es la prisa?

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